La iglesia parroquial de Peralta de la Sal –de estilo barroco– se edificó a mediados del siglo XVII, está declarada BIC (Bien de Interés Cultural) por el gobierno de Aragón y forma parte del patrimonio mundial de la UNESCO gracias a las yeserías que cubren en su interior, sus bóvedas, la cúpula del crucero, arcos y petriles del coro siendo atribuidas a Juan de Marca (o a su taller). También en su interior se guarda la pila bautismal de estilo gótico del siglo XIV donde se han bautizado durante siglos los peraltenses y, por tanto, su hijo más insigne: San José de Calasanz.
Edificio de gran extensión perteneciente a los PP Escolapios, presentes en Peralta desde 1697; su interior alberga el Santuario de San José de Calasanz, construido sobre la casa familiar del Santo. Es un lugar lleno de significado espiritual y gran belleza, dentro de los edificios también se encuentra la capilla de los mártires escolapios; el Museo Calasancio, que atesorando un gran numero de piezas; un museo de belenes traídos hasta aquí desde todo el mundo, un archivo y una biblioteca. Cabe destacar también la escuela de formación profesional básica situada en el complejo, el albergue y las numerosas instalaciones, tanto de alojamiento como de logística, que permiten el desarrollo de numerosos acontecimientos.
En la Plaza de las Escuelas Pías nos encontramos este bello monumento al hijo de Peralta más famoso, el gran educador y fundador de las Escuelas Pías nacido en este pueblo en 1557: San José de Calasanz. Construido en bronce en 1902 por el escultor zaragozano Carlos Palao, fue colocado sobre un pedestal de piedra y rodeado por una artística verja conformando uno de los puntos más característicos de Peralta.
A los pies del antiguo Castillo de Momagastre, conocido popularmente como de la Mora, en un paraje rodeado de pinos y con unas vistas extraordinarias, se encuentra una construcción que alberga la Ermita de Nuestra Señora de la Mora y la casa donde habitaba su ermitaño. La ermita, de estilo popular y posiblemente del siglo XVII, es amplia y con bóveda de medio cañón y guarda la imagen de nuestra patrona. Su devoción viene de antiguo, ya que la imagen original (que se custodia en el Museo Calasancio) data del siglo XIV y es más que probable estuviera vinculada a la aldea que da nombre al Castillo, Momagastre. El día 8 de septiembre (o el fin de semana más próximo) es cuando los petrantenses y vecinos de la comarca acuden a celebrar la romería en su honor.
Ya en un censal de 1627 se nos habla de la partida de San Roque, que se sitúa al suroeste del pueblo envolviendo como una loma y coronada por esta ermita. Es una obra del siglo XVII en honor al santo protector de pestes y plagas que antaño asolaban estas tierras; la ermita ha sufrido los avatares de las guerras y del tiempo llegando a hundirse su bóveda, ya entrado el siglo XX, y quedando en desuso y abandonada. El empeño de los vecinos hizo que de nuevo se pusiera en pie en el año 2003, recuperando la romería que se celebra el 16 de agosto, día de San Roque.
En un texto visigodo del siglo VI ya aparece el nombre de Calasanz y su parroquia de San Cipriano, por lo que es fácil imaginar las vicisitudes que han tenido que pasar tanto el pueblo como su parroquia a lo largo de la historia. El templo actual es del siglo XVI pero aun guarda interesantes elementos del anterior templo como la pila bautismal, unas inscripciones funerarias o unos relieves con apóstoles, todo ello de estilo gótico. Su antiguo pavimento y las interesantísimas yeserías datan del siglo XVII conforman un lugar único. No podemos irnos sin pasear por su exterior y contemplar las numerosas marcas de cantero en la piedra del templo y el paisaje circundante, que otorgan al conjunto un atractivo singular.
En el espolón de poniente del Castillo de Calasanz, se alza una ermita singular, San Bartolomé, que conmemora el día del santo en la dura y larga reconquista del castillo por el rey aragonés Pedro I el 24 de agosto de 1102, y que fue consagrada solo un año más tarde por el obispo Poncio de Roda-Barbastro. Era muy apreciada por el rey por su simbolismo y en ella se solemnizaron y firmaron documentos muy importantes como la Carta Puebla de Ainsa. La ermita es de modestas dimensiones, originalmente de una sola nave aunque posteriormente se le añadieron dos capillas laterales; el acceso desde el exterior, bajo un arco con arquivoltas muy desgastadas por el tiempo, se realiza por una escalera descendente, ya que su piso se encuentra más bajo; tiene una ventana aspillada en el ábside y un ventanuco a poniente que le otorgan una belleza y recogimiento singulares, propios del románico. Actualmente, se realiza una romería el 24 de agosto, en honor al Santo que da nombre a la ermita.
Entre Peralta y Calasanz, a la derecha de la carretera, hay una partida denominada las Ganzas o la Ganza y es en este lugar donde se distinguen varios edificios entre los que se encuentran la ermita, la vivienda del ermitaño y otras dependencias auxiliares. La ermita, dedicada a Nuestra Señora de la Ganza, es muy querida y popular celebrándose su romería el lunes de Pascua. Su construcción es similar a la parroquial de San Cipriano, datándola del siglo XVI; reemplazó esta a otra anterior de la que se ven numerosos restos, pero la actual está orientada litúrgicamente al este y es de una sola nave con lunetos. Cuenta la leyenda que el rey aragonés Pedro I donó la primitiva imagen de la Virgen que le acompañó al sitio de Calasanz y que en este lugar estableció el campamento de sus tropas; la actual imagen es moderna y sustituyó a la anterior, que quedó destruida en la pasada guerra civil.
La advocación de San Martín de Tours, igual que la de San Miguel, evoca tiempos de conquistas y fundaciones allá por los siglos XI y XII cuando el estratégico Castillo de Gabasa fue recuperado por el noble urgelitano Arnau Mir de Tost. La ubicación de la primera iglesia es imprecisa, pero la actual se erigió en el siglo XVIII sobre la anterior y con elementos de esta, que estaba derruida y otros que es muy posible que fueran del antiguo cenobio de Vilet. El templo es de nave única, rectangular, con arcadas de medio punto y lunetos, posee varias capillas laterales, algunas sepulturas en su interior del siglo XVIII y todo el conjunto y su ubicación ofrecen un aspecto único y singular.
A la izquierda de la carretera que se dirige a Gabasa desde Peralta, se erige la Ermita de Nuestra Señora de Vilet, donde hubo un cenobio benedictino, heredero del visigodo que se encontraba en las cercanías al que llamaban Siurana y que fue priorato dependiente del monasterio de Alaón. Esta ermita es lo que queda de la iglesia que se consagró en 1201 y su estructura –visiblemente alterada– es una reconstrucción con los elementos que quedaban en pie y diseminados hecha en 1912, por eso encontramos –en su exterior– capiteles, inscripciones funerarias y otras piezas fuera de lugar. En su interior vemos arcos apuntados, capiteles animados y otras decoraciones que nos sitúan en un románico tardío. Además, desde el lugar se divisa el paisaje típico de la Alta Litera.
La iglesia de Cuatrocorz, construida en el siglo XVIII bajo la advocación de San Pedro, consta de una sola nave y por su orientación y fábrica debió de ser construida sobre las ruinas de un edificio anterior, ya que algunos de sus elementos evocan tiempos medievales siendo los más destacados un depósito para diezmos a su entrada y un arco apuntado en su interior.
Su sencillez y dignidad hacen que este pequeño templo, donde aun se siguen celebrando actos litúrgicos, mantenga viva la querencia por su pueblo de los vecinos, que año tras años se reúnen para celebrar sus fiestas.
En la cima de un monte a 772 metros de altitud, recorta su silueta el Castillo de la Mora. Es la parte mas visible del antiguo castillo musulmán de Momagastre, que formaba parte de la línea defensiva de las tierras bajas junto a otros como el de Calasanz o San Esteban de Litera. Los restos de su recinto son muy amplios, mezclándose su origen con los vestigios de la ocupación cristiana de este lugar. Destaca la impresionante torre, restaurada recientemente, y que supone un punto de referencia visible desde prácticamente toda la Litera.
A la salida de Peralta, donde arranca la carretera que va hacia Azanuy y a nuestra mano izquierda, se encuentra este espacio ajardinado donde destaca un monumento en forma de tribuna con escaleras laterales y un olivo coronándolo y que se conoce como Lo Pilaret. El monumento recuerda uno de los pasajes en la historia de San José de Calasanz que, siendo un niño y con sus amigos, salió a matar al demonio. La escena, representada en chapa de acero insertada en el frontal del monumento y rodeada de algunas frases del Santo, es obra reciente de Domingo Subías.
La explotación de la sal en Peralta se pierde en el tiempo de la historia, como atestiguan los yacimientos arqueológicos y el conjunto que vemos en la actualidad, conformado en su origen por 353 eras de distinto tamaño –aunque en la actualidad son algunas menos–. Las familias propietarias explotaban las salinas hasta que en 1708 Felipe V monopolizó la extracción de sal pagando a los propietarios una pequeña renta. La productividad de las salinas era muy alta, llegando a ser las terceras de Aragón en importancia; se repartía la sal a unos 300 pueblos y, acabado el monopolio a finales del XIX, se volvió a la explotación particular. Con los años se hizo patente su baja rentabilidad, relanzándose más tarde su extracción con métodos modernos, hasta que a finales del siglo XX cesó definitivamente su actividad. El espacio del salinar es de obligada visita; sus eras, balsas y pozos lo hacen único y especialmente visual para el visitante, fue declarado BIC (Bien de Interés Cultural) por el Gobierno de Aragón.
En la parte alta de la población, bien conservado pero actualmente no visitable, encontramos este pozo usado antiguamente para acumular nieve en invierno que se pisaba y se separada por capas con láminas de paja para obtener bloques de hielo. En verano se sacaban estos bloques serrados que se llegaron a trasladar incluso al hospital de Lleida. La gran capacidad del pozo hace pensar que hubo un comercio importante de este preciado elemento.
Es el testigo de una época en que el paisaje de la zona era bastante diferente al actual. Una superficie con las características rizaduras paralelas o ripple marks que forman tanto las olas como el viento en las arenas de las playas. Incluso se pueden apreciar las pisadas de aves marinas fosilizadas en el terreno.
Situado junto al salinar, abasteció de agua dulce al pueblo de Peralta hasta mediados del siglo XX.
Las Salinas de Calasanz, mucho más humildes que las de Peralta, se explotaban desde tiempos remotos siendo su data conocida más antigua del año 1090; su explotación perduró durante siglos, hasta que en 1708 Felipe V decreto su cierre y creó el monopolio de la sal beneficiando a las de Peralta, más extensas y productivas. Ya bien entrado el siglo XX, se reinició su explotación, que duró hasta que se hizo inviable por su baja rentabilidad.
Situado a unos 600 m del portal de la villa, (cerca del salinar) existe un pozo de hielo (en aragonés “pou de chelo”) muy bien conservado. El pozo está situado en un emplazamiento idóneo, orientado al norte y próximo al arroyo formado por el agua sobrante de la fuente del pueblo. Durante los días fríos de invierno, se recogía el hielo formado en el arroyo así como la nieve caída o, incluso se arrojaba agua directamente en su interior en los días de helada para que se congelasen. Una vez dentro, el hielo era apelmazado, alternando capas de hielo con capas de paja para su mejor mantenimiento y conservación. En el fondo del pozo existe un sistema de drenaje que permitía la circulación del agua producida en el deshielo y de esta forma no se aceleraba el deshielo del resto. La utilidad del pozo de hielo era la obtención de hielo para el transporte y mantenimiento de alimentos, así como para la elaboración de helados y refrescos.
El Castillo se alza en la cumbre de una gran roca que prácticamente lo hacía inexpugnable, su origen es probablemente musulmán y formaba parte –junto con el cercano de Momagastre y otros más– de la línea fronteriza del reino de Lérida. Su costosa reconquista le dio un carácter simbólico que perduró en el tiempo; hoy pueden verse algunos restos como la cisterna y parte de una de sus torres defensivas conocida popularmente como la predicadera del moro; se accede del mismo modo que a la Ermita de San Bartolomé, desde el propio pueblo de Calasanz. Desde su situación pueden verse varios castillos, como el de Monzón o Kalavera, entre Esplús y Belver, a 30 kilómetros de distancia.
Desde el portal de la villa, tomando el camino que conduce a las salinas, llegaremos a la Fon (fuente) tras recorrer unos 400 m. Está situada en el paraje llamado San Climén (San Clemente) y se trata de la fuente que abasteció a la población durante siglos. Está construida en sillería y rematada por una moldura, forma un arco de medio punto bajo el que hallaba la pila. Cuenta con un abrevadero para las caballerías y un pequeño lavadero, enterrado por la vegetación. Actualmente está en desuso; de hecho, el asfalto del camino que conduce hasta ella la oculta parcialmente.
El paisaje que circunda Calasanz es de una gran riqueza y diversidad geológicas, además de ser un regalo para la vista; ejemplo de ello son los afloramientos de yesos y arcillas salpicados por diversos colores según los minerales que contienen.
El proceso evolutivo de la geografía de Calasanz se inició en la era Mesozoica, aproximadamente hace unos 220 millones de años. Esos procesos dieron lugar a unas capas de sedimentos, origen de la erosión (proceso mecánico) por un lado, como las arcillas o lutitas y areniscas (en menor medida); y también se formaron capas de yesos y sales por efecto de la evaporación (proceso químico) que se denominan, justamente, evaporitas. Todas estas –facias del Keuper– se formaron en el período Triásico entre la época del Triásico Medio y el Tardío.
En la parte norte del pueblo de Calasanz es donde afloran los sedimentos del Keuper que originaron la producción y explotación de la sal.
Encontramos innumerables rincones y laberintos rocosos, como la pared vertical del Estrato del período Cretácico que desciende desde el Castillo hasta el Barranco del Molino, y donde se puede observar como el río fue labrando dicha pared dando lugar al “Estretet de Sorribas” desde donde se usaba el agua para poner en funcionamiento los dos molinos existentes.
Este gran patrimonio geológico y minero nos invita a dar un largo y tranquilo paseo observando estas singularidades de Calasanz.
Estaba situado en una peña casi inaccesible sobre el pueblo de Gabasa a la que actualmente no se puede subir si no es escalando. Hoy queda solo una estructura de 4 metros de anchura o menos, adaptada a la roca. Está hecha con sillares y una pared encofrada de época posterior. El origen del castillo se supone de época islámica y su fortificación se atribuye a Muhàmmad ibn Lobo, en el siglo X. Esta posición era muy estratégica porque controlaba el paso entre La Litera y la Ribagorza, y se complementaba con los próximos castillos de Calasanz y de Zurita. A finales del siglo XI (antes del 1079) fue conquistado por el conde Ermengol IV de Urgel y a partir de entonces se fue reformando.
Son un conjunto de cuevas y yacimiento arqueológico formado por dos cavidades, actuando una como la entrada a la cámara principal donde se localizaron los hallazgos. En esta segunda cámara se han encontrado algunos de los restos humanos más antiguos de Aragón, datando del paleolítico superior (desde el periodo Würm I-II), aunque hay indicios de su uso en épocas posteriores como el Neolítico o la Edad de Bronce. Los restos más antiguos incluyen huesos de hombre de Neandertal, considerados restos de un enterramiento saqueado por animales carroñeros. Además, se encontraron herramientas musterienses de sílex y huesos de mamíferos. Se ha propuesto que se usaba como refugio temporal durante batidas de caza, al no ser apto para una habitación más permanente.
Es un puente medieval de pequeñas dimensiones realizado en mampostería que salva un barranco, adaptándose al terreno, lo cual motiva cierta irregularidad y singular belleza en su configuración.
Cuatrocorz no conserva grandes monumentos pero si uno antiguo y singular, el Torreón de Romá, llamado así por ser este uno de sus últimos propietarios; este pequeño torreón conserva su estructura original casi intacta y, en su interior, existe una interesante escalera de caracol que daba acceso a los pisos superiores.
El trazado urbano contaba con 18 casas cada una con su apodo o apellido, como es costumbre es esta tierra, destacando casa Forradellas. Contaba también con un horno comunal y un peirón típico de los cruces de caminos; cerca del pueblo aun quedan los restos de dos hornos donde cocían las afamadas tinajas de Cuatrocroz y, más alejados, los restos de la antiquísima ermita de Santa Justa y Rufina.
Dar una vuelta por los campos de olivos y almendros, repirar el aroma de estos cuando están en flor o con frutos y subir en alguno de nuestros cerros para ver las vistas de estos puede constituir un auténtica terapia antiestrés y de desconexión.
Desde donde se pueden observar unas maravillosas vistas así como los buitres volando muy cerca.
Es un pequeño prodigio de la naturaleza, ideal para el senderismo. Cuando el andarín se adentra en esta joya natural y paisajística parece que se sumerge en un espejismo. Una increíble selva de chopos, robles, sauces, nogales, olmos y una alfombra de colas de caballo pueblan este rincón cuyas aguas alimentan el río Sosa. La visita de este paradisíaco lugar es recomendable para todas las edades. Es el recorrido más indicado para que los niños se adentren y conozcan la naturaleza y para que los más mayores hagan ejercicio moderado. En el mismo barranco podemos contemplar la bonita cascada de Santa Ana y el nacimiento del rio Sosa.
Feria de Reyes, último o primer domingo del año: con paradas de productos artesanales y gastronómicos de la zona.
Festividad de Santa Águeda, 5 de febrero o el sábado más próximo: las vecinas elaboran los tradicionales “panadons” de espinacas, calabaza y canela con los que se obsequia a todos los asistentes.
Semana Santa: jornadas culturales organizadas por la Asociación Castell de la Mora.
Fiestas mayores en Honor a San José de Calasanz, el 25 de agosto; aunque las fiestas se alargan unos días por delante o por detrás del 25 dependiendo de cómo caiga la semana. Cabe destacar la tradicional ofrenda floral al santo, la carrera pedestre (Memorial Ricardo Laplana) a la que asisten atletas de élite.
Romería tradicional en honor a la Virgen de la Mora, 8 de septiembre (o sábado más próximo).
Lunes de Pascua: Romería en honor a la Virgen de la Ganza.
Primer fin de semana de agosto (de jueves a lunes): Fiestas mayores.
24 de agosto: Festividad de San Bartolomé.
16 de septiembre: San Cipriano.
15 de mayo (o sábado más próximo), romería a la Ermita de Vilet.
15 de agosto, Fiesta Mayor. Se celebran dos días de bailes con orquesta y cenas populares.
11 de noviembre, San Martín de Tours, patrón de Gabasa. Antiguamente se celebraban las fiestas mayores en este fecha; actualmente los vecinos celebran una comida popular el mismo 11 o el sábado más próximo.
15 de mayo (o domingo más próximo): Fiesta Mayor en honor a San Isidro. Los antiguos vecinos y descendientes del pueblo celebran una comida popular.